sábado, octubre 27, 2007

Volver... con la frente marchita

La verdad es que no iba a escribir más. Lo iba a declarar muerto y sin posibilidad de resucitación. Nada de: "Se levantó entre los muertos y pidió papas fritas".
Hace exactamente 18 días que nadie postea (así se dice en la jerga de los que tienen un coso de estos), la colaboración de mis compañeros ha pasado a ser prácticamente nula (no te rasgues las vestiduras por una nota sobre una noche Curly!!!) y, a diferencia de otras veces, no tenía ganas de ponerle el hombro a este lugar.
Pero pasaron esta semana dos cosas que me hicieron recapacitar, al menos un poquito.
En primer lugar, un anónimo (siempre nuestros queridos anónimos) ha estado dejando mensajes en algunas de nuestras cosas publicadas y eso me hizo pensar que aún hay alguien que entra a este lugar. Cosa que pensé que ya no pasaba desde hace meses atrás.
En todos estos comentarios - que no han sido halagadores - se tilda a una persona de "vaga" y de "fantaseosa", entonces no me quedó otra opción que hacerme cargo y salir de mi ostracismo.
Por otra parte, lo ocurrido en España con la chica ecuatoriana, el imbécil "borracho" y el cobarde argentino, me dieron algo de tela para cortar. (Si no sabés de que estoy hablando, vivís en un termo y deberías informarte un poco más)

Mi primera reacción al ver el video fue de bronca y de furia. Más allá de al estúpido de remera roja - que claramente merece un párrafo aparte y el cuál no voy a escribir - también hacia la persona sentada a escasos metros y que nada hace para ayudar a esta chica.
No se me ocurría como alguien no interviene en una situación así, como no se intenta ayudar a a alguien tan indefenso.
Al día siguiente nos enteramos que este muchacho es un argentino radicado en España y que ahora sus vecinos lo atosigan y lo insultan cada vez que muestra su nariz por las calles. Esto no es más que una anécdota, no lo hace ni mejor ni peor. Hay miles de casos de argentinos cobardes, no nos olvidemos dónde se creó el "No te metás".
Sin embargo, en algún momento intente ponerme en su lugar. ¿Qué hubiese hecho yo, sí me toca estar en esa situación?
La respuesta inmediata y racional es: Me levanto y le doy una tunda a ese muchacho y luego salgo corriendo al grito de "Vengan de a uno, putos racistas de todo el mundo".
Pero como dije antes, esa es la respuesta racional y muchas veces nuestros comportamientos no se manejan por la racionalidad, sino por lo que nos sale en el momento.
Y eso me preocupo, me hizo pensar en qué hubiese pasado con mi vida si en ese preciso momento en que una cámara está filmando todo para mostrárselo al mundo, me paralizo. Me asusto y no hago nada. Como mínimo creo que me iría a vivir a un país lejano y en el que no exista la internet ni la televisión por cable, dónde seguramente moriría de una enfermedad de esas que se piensan que ya están erradicadas hace años o por la mordida de un animal feo y venenoso.
Mientras pensaba en todas estas cosas, leí por ahí a un psicólogo que decía que lo peor que había pasado es que el muchacho no se acercó a la chica ni siquiera cuando el agresor se bajo del vagón. O sea que se bloqueó, hizo como que nunca nada pasó a su lado. Y nuevamente me pregunté: Sí el miedo no te deja mover cuando las cosas ocurren, ¿Qué es lo que hace que no actúes después? ¿Cómo sería hoy mejor la vida de esa chica que ya no quiere salir de su casa, si alguien se le hubiese acercado para preguntarle si estaba bien, en vez de tener que irse a su casa sola sin entender el porqué de la humillación que recién le habían hecho pasar?
Como las respuestas no las tengo y como esto se hizo muy largo, sólo voy a decir que alguna vez me tocó estar en una situación parecida y alguna que otra patada revoleé. Eso me hace dormir un poco más tranquilo.

martes, octubre 09, 2007

La noche de la gente

La Noche de los Museos. O más bien, la noche de la gente: adolescentes, niños y adultos; estudiantes y jubilados; gente “paqueta” y gente “sencilla”. Todos, aproximadamente 400.000 personas, participaron de ésta fantástica experiencia colectiva que tuvo su noche cúlmine el pasado sábado 6 de octubre en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Ninguna reserva telefónica podía haber logrado que el clima acompañe tan bien. Los 102 museos que formaron el recorrido, abrieron sus puertas desde la 19 del sábado hasta las 2 del domingo.


Un complejo aparato logístico permitió a ciudadanos y visitantes, transitar por la más europea de las ciudades americanas, con el único fin de conocer cada rincón cultural, divididos en zonas estratégicas: Recoleta, Plaza de Mayo, Congreso, La Boca y San Telmo.

El final, un multitudinario recital llevado a cabo en Puerto Madero, frente a la Dirección de Museos ubicada en Costanera Sur, con Kevin Johansen como invitado especial.


Pero el espectáculo fue la gente misma. La movilización en la búsqueda de lo no tan cercano para muchos, como puede ser la posibilidad de visitar un museo (por razones económicas o no); o el simple placer de ser parte de esa masa, ese día y no otro; o en apoyo al desarrollo del arte en todas sus versiones.

No importa la motivación, allí se encontraron, en las larguísimas colas que en muchos casos superaron los 100 metros para ingresar al Palacio San Martín, o al MALBA, o al Museo Evita.
En los minibuses o colectivos de las distintas líneas que sirvieron de medios de transporte gratuito, nunca tan público, al cual muchos preguntaban “¿adónde va?” y otros simplemente se montaban mirando con altura sobre su hombro a la máquina que emite los boletos.


Felicidades entonces, a todos los que se permitieron, aunque sea por una noche, visitar algunos de esos lugares que, por nefasta tradición e ignorancia, caracterizamos como “aburridos”. Ahora pueden decir que el sábado a la noche fueron a un museo y “estuvo bueno”.